Con una exposición Jorge Ortiz reivindica el azar
Hasta el 30 de noviembre estará abierta Tiempo de Exposición, una muestra sobre el trabajo del artista antioqueño Jorge Ortiz en la galería El Coleccionista.
Jorge Ortíz es gemelo, tiene un igual, pero su vida y su arte se han concentrado siempre en buscar la diferencia, porque Jorge no quiere parecerse a nadie.
“El mundo es la superficie donde se despliega el misterio. Las nubes, las marcas leves del tiempo. Los cables eléctricos, las rayas de la ciudad sobre el infinito. Los cultivos, dibujos estampados sobre la tierra. El día, la fiesta solar de colores, formas y texturas. La noche, la pausa que todo lo vuelve abstracto y sin peso. El Valle de Aburrá, la cuenca donde sucede la luz y la sombra, lo visible y lo invisible. Jorge Ortiz, el cronista que llevó al límite la fotografía, para pintar con ella todos estos misterios que no se podían fotografiar”, escribió Sol Astrid Giraldo, curadora de Tiempo de Exposición, una revisión del trabajo de Ortíz en la galería El Coleccionista.
Un espacio para conocer la obra su obra, que ha mirado siempre con otros ojos lo que todos hemos visto. El Colombiano habló con Ortiz a propósito de la exposición que estará abierta al público hasta el 30 de noviembre.
¿Usted por qué empezó a tomar fotos?
“A ver, yo empecé a tomar fotos muy extrañamente, yo viví en Nueva York dos años…”
¿Se fue a estudiar?
“No, me fui de hippie, porque yo pertenezco a esa generación… Yo siempre he sido muy distraído. Distraído quiere decir otra manera de leer la vida, la oveja negra que llaman en las familias…”
Y qué pasó en Nueva York…
“Tuve muchos trabajos, el primero fue en un laboratorio de fotografía, pero de mensajero. Mientras estuve allá nunca se me ocurrió ir ni al Museo de Arte Moderno, ni al Museo Metropolitano de Arte, ni a ninguna galería, a nada”.
No tenía interés en el arte…
“No, no, yo acababa de salir de bachillerato y quería irme de mi casa. Cuando volví me metí al Instituto de Artes a estudiar Publicidad y allá todos mis profesores fueron los 11 antioqueños… Marta Elena Vélez, Luis Fernando Valencia, John Castles, Alberto Uribe, Juan Camilo Uribe, Hugo Zapata, Oscar Jaramillo…”
Casi nadie….
“Ahí sí ya me encarreté, no con las Bellas Artes, sino con la Publicidad. Cuando acabé me fui a estudiar a Bolivariana diseño gráfico y en el primer semestre, Hugo Zapata volvió a ser profesor mío y puso un ejercicio de clase que tenía que ver con un elemento urbano y ahí nacieron los Cables”.
Su primera obra fue un proyecto de la universidad…
“Sí, claro. Eso fue en el año 77 a principios. Yo hice un ejercicio muy interesante y muy bueno. Y ese año, Alberto Sierra le propuso a Luis Fernando Valencia hacer el primer salón de la galería de La Oficina y Luis Fernando, que había visto mi trabajo, me dijo que le parecía muy interesante, que si me interesaba exponer la galería de Alberto Sierra”.
Ahí dejó de ser publicista y se volvió artista…
“Yo trabajé publicidad seis meses no más”.
Pero usted nunca antes quiso ser artista ¿eso fue algo que se le dio?
“Sí, me lo regaló la vida”.
¿Cuántos años tenía usted?
“27 años”.
¿Cómo le fue en esa exposición?
“Mucha gente estuvo ahí. Eduardo Serrano vio la exposición, y me dijo, “señor, venga, yo voy a hacer el cuarto Salón Atenas, si le interesa, yo lo invito”. Y le dije, “claro, de una”. Ah, pero es que una segunda exposición en el Museo de Arte Moderno en Bogotá… Imagínese, es como coger la fruta cuando cae”.
Y entonces…
“Eso quiere decir que a usted le están abriendo una puerta, pero no quiere decir que usted tiene que seguir tocando pegado de ellos, eso no es el cuento del arte. El arte es que tu trabajo es el que hable por ti, no tú… para ser muy honesto, es como un privilegio… Casi que la vida del arte es la humildad primero que todo, lo otro vale huevo. Bueno, en todo caso, entonces me invitaron a Bogotá”.
Todo fue muy rápido…
“Sí, sí, sí. Como dice el Chavo, sin querer queriendo”.
Puro azar ¿por eso le da un lugar tan importante en su obra?
“Si. A mí me tocó eso y yo le creo mucho…”
Ha sido su vida…
“Si, de acuerdo. Y que rico ser amigo del azar y de lo inesperado. Yo no pienso que va a pasar mañana, por eso si a mí me preguntan qué es el arte la respuesta mía es elemental: todo lo que sea distinto. Yo no estoy hablando con calificativos, bueno, malo, ni bonito, ni feo. Todo lo que realmente sea distinto me interesa. Yo no me quiero parecer a nadie. Y mi trabajo de arte es único. Nadie hace lo que yo hago.
Todo es un azar. El mejor trabajo es el que está por venir, y usted no sabe lo que viene mañana. Yo a los estudiantes les decía: “aprendan eso, no se asusten con lo que va a pasar mañana, espere que el trabajo le diga para donde va”. A medida que uno va trabajando va conociendo también su trabajo, y el trabajo mismo le dice que hacer, entonces no hay que asustarse”.
Usted, que tiene un igual, un gemelo, ha buscado siempre la diferencia…
“Es que qué pereza ser uno igual al otro. Me parece muy aburridor”.
La diferencia empieza en la manera de mirar, de leer, con ser distraído…
“Ver, mirar, observar y percibir. Si usted tiene eso, usted encuentra. La idea de la fotografía es que usted tenga una buena educación visual, que tenga el ojo educado para leer de muchas maneras. Esa cubeta con esa silla que está ahí, depende del ángulo que usted la mire, tiene muchas lecturas. Pero si no hay esa educación, usted la lee así nomás. La información no está en los libros. Ni está en el computador ni en el celular. Ni en todas esas cosas de hoy en día. La información está frente de los ojos”.
Fuente: Artículo de internet. Con una exposición Jorge Ortiz reivindica el azar. El Colombiano.