La indagación por habitar el cuerpo, por reconocerse habitante de un cuerpo, es el urgente fuego que crepita en estas pinturas mixtas sobre seda elaboradas por José Moreno. El impostergable encuentro de la Divinidad que él entiende que anima, conforma y reside lo corpóreo, es el impulso que se aloja en estas piezas. Rojo pigmento que semeja sangre y porosa seda que figura membrana sugieren una experiencia visceral de lo Sagrado.
Amapolas abiertas que evocan el efecto hipnótico del opiáceo y la irresistible atracción del síndrome floral. Órgano sexual de la planta y poderosa alusión de lo femenino, la flor, como luminosa alegoría del orgasmo, la más sublime experiencia del mundo físico, portal de acceso a elevadas frecuencias del Ser, destello carnal de la esencial plenitud del Espíritu.
Centros en explosión, nodos de convergencia, aros concéntricos, óvulo y espermatozoide confluyen en el punto exacto y estallan en plétora formando un cuerpo. Condensación y expansión de lo Divino, fecundación, prodigiosa manifestación dual de la Gran Inmanencia.
José insinúa una reflexión profundamente espiritual, una trascendente invitación a reconocer la prístina Fuente que somos y que aparenta yacer oculta tras inmemoriales capas de opacidad. Las pinturas, a la manera de irradiantes vórtices, parecen revelar el centro, verde neón como el del chakra del plexo solar, sugiriendo el desvelamiento de mantos y estratos hacia el encuentro del Uno.
Andrés Moreno Osorio.
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