“Las maneras diferentes de existir son diferentes maneras de estar en el espacio”.

José Luis Pardo.

El espacio de una casa ideal sería el que se despliega entre las paredes, el techo y el piso, los muebles, límites que la crean y que se pretenderían neutros y silenciosos. Sin embargo, la piel de la casa que aquí fabulamos grita e incomoda. Éste es un refugio íntimo pero construido con la materia memoriosa del mundo, permeado por los fracasos urbanos, la tiranía de la producción industrial, la sabiduría de la tradición artesanal, los desvaríos de la historia colectiva, los laberintos de las pesadillas personales. No es una corteza brillante y pulida. Al contrario, está herida y atravesada por sombras, aunque también fortalecida por el humor y la desobediencia.

Margaret Mariño nos trae la casa dramática y ominosa que ha sido resguardo, pero también cárcel para las mujeres. Ana María Chamucero, por su parte, abre las puertas de un espacio doméstico ingenioso y divertido, donde los objetos danzan con el cuerpo de la artista y se resisten poéticamente a la lógica de la producción industrial.  Mientras Federico Ovalles desbarata el sueño de la arquitectura moderna, contaminando la geometría racional con los materiales sucios y rurales de las ciudades latinoamericanas indigestadas con el progreso. Esta piel rebelde tejida entre todos también termina por retar la asepsia del cubo blanco de la sala, mostrando sus límites y ficciones.

Curaduría: Sol Astrid Giraldo E.